Likes, visualizaciones, compartir, comentarios, enviar, impacto, comprar, “¿quieres ver otro episodio?”, “¿quieres seguir comprando?”, “¿quieres jugar otra partida?”
Todas las personas estamos expuestas a esto. Todos los días. En la mayoría de contextos. La comunicación, que es la base de toda interacción social y representa el canal que permite el diálogo, la convivencia, el desarrollo humano y, en último término, la vida en sociedad, se ha visto completamente transformada. Actualmente nos encontramos en la llamada “era de la información compartida” o “sociedad del conocimiento”, que de acuerdo con la UNESCO (2005), “debe comprenderse no solo como una sociedad que se quiere comunicar de otra manera, sino que aspira al saber y al conocimiento compartido y tiene en cuenta la pluralidad, la heterogeneidad y la diversidad cultural”.
En este sentido, el contexto digital es uno de los pilares de la sociedad del conocimiento, que ofrece nuevos medios y posibilidades y que se concretan en el uso de Internet, dispositivos móviles o redes sociales. La variedad de servicios que ofrece Internet crece cada día, lo que la convierte en un medio atractivo, accesible y cotidiano. Las nuevas tecnologías aportan infinitas oportunidades en cuanto al acceso a información, contenidos y vías de comunicación, pero a su vez suponen un medio en el que pueden aparecer nuevos riesgos y problemáticas.
¿Qué son las dependencias digitales?
En este modelo de sociedad, nuestras vidas están interconectadas: estamos, o tenemos la sensación de que debemos estar, siempre disponibles, siempre divididos entre lo qué pasa a nuestro alrededor y lo que está ocurriendo en la red, siempre atentos, siempre alerta, siempre “en línea”.
A nivel general, la adicción comportamental se define como la pérdida de control sobre el comportamiento que provoca consecuencias negativas, se percibe como muy difícil de controlar e interfiere en la mayoría de las esferas de la vida cotidiana de la persona. En esta línea, el concepto de “dependencias digitales” o “adicciones digitales” hace referencia a patrones de comportamiento relacionados con el uso excesivo de dispositivos electrónicos y/o plataformas en línea, que pueden afectar negativamente la salud mental, relaciones personales y el rendimiento académico o laboral.
Es preciso señalar que no todo el comportamiento digital deriva en adicción digital, si bien debemos ser conscientes de que su uso implica un componente intrínseco de carácter adictivo. Al mismo tiempo, el uso de los dispositivos digitales está completamente normalizado, por lo que podríamos conceptualizarlo como un continuo en el que, en uno de los extremos, se encuentran las dependencias digitales.
Estas dependencias se pueden manifestar de diferentes formas, como la adicción a las redes sociales, el uso excesivo de videojuegos en línea o la necesidad de revisar constantemente correos electrónicos y notificaciones. En la actualidad, las adicciones digitales están recogidas en la última versión de los principales manuales de referencia en psicología: el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V-TR) y la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
Considerando la vulnerabilidad propia de la infancia y la adolescencia y dado que niños y niñas son nativos digitales, es imprescindible conocer los riesgos, comprender los síntomas y perfiles asociados con estas adicciones y actuar al menos a nivel preventivo, de detección e intervención. Una correcta actuación preventiva evita futuras actuaciones en los otros niveles y permitirá que los jóvenes consuman contenido digital útil, positivo y de calidad.
La adicción digital puede variar en su gravedad, síntomas, la expresión del problema, la duración que tiene o el nivel de afectación en la vida de la persona. Pueden existir tantos tipos de síntomas y consecuencias negativas como variedad de contenido y perfiles digitales se encuentran en la red. Aún así, existe cierto consenso sobre los síntomas más comunes, entre los que se incluyen: el uso excesivo y contante del dispositivo, ya sea teléfono móvil, ordenador o tablet, la pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban, el descuido de las responsabilidades diarias (trabajo, estudio o tareas domésticas, entre otros), cambios en el estado de ánimo (irritabilidad, síntomas depresivos o de ansiedad), cambios en la alimentación o dificultad para conciliar el sueño. En último término la adicción digital deriva, habitualmente, en el aislamiento social.
Entonces, ¿quién puede desarrollar dependencia digital? Todas las personas que usamos dispositivos digitales podemos hacerlo.
Sin embargo, es cierto que ciertos perfiles son más vulnerables, entre los que se encuentran las personas nativas digitales, niños y adolescentes en particular, debido a su exposición temprana e integración de las tecnologías en todas las esferas de su vida. Para los jóvenes la red es un entorno tan natural como cualquier otro, que complementa y mejora los espacios en los que se comunican, desarrollan y relacionan. Aun así, esto debe tomarse con precaución, pues el niño o adolescente que usa las nuevas tecnologías para divertirse, comunicarse o jugar y disfruta con dicha actividad, está haciendo un uso normal de éstas.
Por otro lado, los adultos con gran carga de trabajo que dependen de la tecnología para sus tareas diarias también están más expuestos al desarrollo de adicciones digitales, así como las personas que utilizan las redes sociales como medio de trabajo: gamers, influencers, youtubers, etc.
Por último, las personas que presentan ciertas dificultades o problemas en su día a día pueden utilizar las redes sociales como mecanismo de evitación y aislamiento. De la misma manera, las personas con baja autoestima pueden encontrar en el mundo digital una vía para obtener validación y aceptación.
Para gestionar las dependencias digitales a nivel general, es necesario aceptar el problema y reflexionar sobre los hábitos digitales; y se recomienda establecer límites de tiempo y entornos en los que se usan los dispositivos, buscar actividades alternativas (practicar deporte, leer libros, hacer manualidades o meditar) y la desconexión periódica, en momentos como las comidas, el tiempo en familia o antes de ir a dormir.
En cualquier caso, ante la sensación de pérdida de control, inseguridad o afectación en la vida diaria, se recomienda compartir el problema y buscar apoyo profesional. En consulta, para un correcto abordaje terapéutico es imprescindible realizar una evaluación del paciente, que permita entender los motivos por los que se ha establecido dicho comportamiento, y proponer un plan de tratamiento individualizado ajustado a las necesidades de la persona.
¿Cómo evitar la ciberdependencia?
La ciberdependencia es un término relativamente actual y equiparable al de adicciones o dependencias digitales. Como se ha mencionado anteriormente, una correcta actuación preventiva evita futuras actuaciones de intervención y permite prevenir de los riesgos asociados a la ciberdependencia. De nuevo, esto se puede conseguir recogiendo suficiente información, estableciendo horarios para el uso de los dispositivos, limitando el tiempo en redes sociales y dedicando tiempo a actividades alternativas, que nos hagan sentir bien y que nos permitan desconectar.
Y tú, ¿cómo desconectas?
Hasta aquí, gracias por leernos, gracias por considerarnos y gracias por tu tiempo.
Si lo necesitas, te esperamos al otro lado de esa llamada.
Charo y Ana