Nuestro enfoque: ¿cómo trabajamos?

Comentábamos en la anterior publicación que a lo largo de los años y gracias a la experiencia que la atención clínica nos ha brindado, hemos ido perfilando el enfoque que mejor se ajustaba a nuestra manera de trabajar, según los avalados en efectividad y eficacia por la evidencia científica. Así, explicábamos que el modelo y la metodología de la que partimos están basados en el Contextualismo Funcional y las Terapias Contextuales, el cual contiene una sólida tradición científica y una filosofía de la ciencia completamente desarrollada.

Hemos afirmado “…nuestra manera de trabajar, si bien no sólo es una forma de intervenir, es una forma de mirar, de escuchar… de vivir”

En consecuencia, consideramos importante adentrarnos un poco más en la exposición de nuestro modelo de trabajo: las Terapias Contextuales. Hace ya varios años que estas terapias, llamadas Contextuales, de Tercera Generación o la “Tercera Ola” comenzaron a adquirir relevancia partiendo de los tradicionales enfoques terapéuticos cognitivo-conductuales. Hoy, se encuentran plenamente integradas dentro de la intervención psicológica, la investigación y la literatura.

Steven Hayes, psicólogo clínico conocido por contribuir y desarrollar la importante Teoría de los Marcos Relacionales, aportaba la siguiente definición de las Terapias Contextuales:

(…) fundamentadas en una aproximación empírica y enfocada en los principios del aprendizaje, la tercera ola de terapias cognitivas y conductuales es particularmente sensible al contexto y a las funciones de los fenómenos psicológicos, y no sólo a la forma, enfatizando el uso de estrategias de cambio basadas en la experiencia y en el contexto además de otras más directas y didácticas. Estos tratamientos tienden a buscar la construcción de repertorios amplios, flexibles y efectivos en lugar de tender a la eliminación de los problemas claramente definidos, resaltando cuestiones que son relevantes tanto para el clínico como para el paciente.

La tercera ola reformula y sintetiza las generaciones previas de las terapia cognitivas y conductuales y las conduce hacia cuestiones, asuntos y dominios previa y principalmente dirigidos por otras tradiciones, a la espera de mejorar tanto la comprensión como los resultados (…)” (Hayes, 2004)

[Extraído de: Hayes SC. Acceptance and Commitment Therapy, Relational Frame Theory, and the Third Wave of Behavioral and Cognitive Therapies. Behavior Therapy. 2004;35(4).]

Nos resulta conveniente reflexionar sobre esta definición y destacar ciertos elementos. En primer lugar, Hayes señala el carácter científico de las Terapias de Tercera Generación y las presenta con su base en los principios del aprendizaje, a lo que se incorpora la importancia del contexto en el que se desenvuelven las personas y aparecen los problemas. También incorpora la función que desempeñan los fenómenos o eventos psicológicos, los cuales, dicho sea de paso, están en y forman parte del contexto de la persona, tanto en respuesta a la pregunta ¿cómo son estos?, como a ¿qué hacemos frente a ellos?

Este postulado es central. La persona siempre se encuentra en su contexto, con el que está en permanente interacción, no puede darse lo uno sin lo otro. Este contexto afecta a nuestro comportamiento, a quiénes somos y cómo nos comportamos y nos mostramos. Los problemas psicológicos no aparecen en un vacío: se definen, y pueden ser, son, parte de mi contexto.

Por otro lado, como todo nuestro comportamiento, los problemas psicológicos desempeñan una función, es decir: sirven para algo. Los fenómenos o eventos psicológicos no son necesariamente disfuncionales o patológicos. Se convierte en disfuncionales cuando los valoramos o tratamos como un problema a resolver, en lugar de una experiencia a tener. En ese momento ponemos en marcha estrategias que nos permitan evitar algo desagradable, posponer aquello que nos genera preocupación o malestar… En definitiva, lo intentamos modificar o controlar. Esto nos hacen sentirnos mejor a corto plazo, nos brindan una falsa sensación de control sobre nuestra vida, y, paralelamente nos aleja de aquello que para nosotros es importante.

A través de nuestras intervenciones, con base en este modelo, tratamos de dotar a la persona de perspectiva y habilidades para que adquiera un repertorio de conducta amplio, flexible y efectivo. En otras palabras, que la persona aprenda a identificar sus patrones de comportamiento y disponga de estrategias y habilidades que pueda utilizar para conducir su vida hacia aquello que para ella sea valioso.

Por último, Hayes también señala que este nuevo enfoque de terapia de conducta se fundamenta en las ya avaladas Terapias Cognitivas y Conductuales, para incorporar algunos elementos novedosos y relevantes con el objetivo de aumentar el grado de comprensión y los resultados que se obtienen a través de la terapia.

Formando parte de las Terapias de Tercera Generación, se encuentran los siguientes enfoques de intervención o modelos:

– Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
– Activación Conductual (AC)
– Terapia Analítico-Funcional (FAP)
– Terapia Dialéctico-Conductual (DBT)
– Terapia de base en Mindfulness (MBT)
– Terapia Integral de Pareja (TIP)

>Para finalizar permítenos aclarar que no pretende ser este pequeño artículo una explicación científica de las Terapias Contextuales, tan solo tratamos de ofrecer una aproximación al lector para acercarlo de esta manera también a la comprensión de nuestro enfoque de trabajo. Para aquellos que estén interesado en una lectura más científica, recomendamos, entre otros muchos, los trabajos de Steven Hayes, Niklas Törneke, Kelly G Wilson, Russ Harris, Carmen Luciano, Jorge Barraca, Sonsoles Valdivia, Luis Valero o Marino Pérez Álvarez.

Para nosotras es importante este acercamiento por ser la base de la que partimos y a la que volvemos continuamente. Esto puede ser distinto para otros profesionales de la psicología y eso no supondría, en principio, algo de carácter positivo ni negativo. En cualquier caso, tampoco es el único elemento importante en nuestra intervención, pero si un pilar fundamental, que, junto a la relación terapéutica y los objetivos que establecemos de forma conjunta, nos señalan la dirección del trabajo.

Hasta aquí, gracias por leernos, gracias por considerarnos y gracias por tu tiempo.

Te esperamos al otro lado de la llamada.