Desde nuestro enfoque, acudir a sesiones de psicología no parte del “deber”, sino del “querer” un cambio, que implica una actitud proactiva (idealmente de ti mismo, en ocasiones de alguien a tu alrededor). Es habitual que tengamos primero que “hacer para querer” para “querer hacer” después (es decir, tendremos que ir al psicólogo, aunque no sea lo que más nos apetezca, para que en el futuro nos apetezca ir al psicólogo para lograr los cambios que aspiramos conseguir). El cambio parte de nosotros mismos, de nuestro comportamiento, independientemente de que nuestro estado emocional acompañe.

Entendemos que no siempre es una decisión sencilla buscar a un profesional de la psicología, pero sí necesaria. Durante nuestro camino compartido te acompañaremos en tu proceso de cambio, comprendiendo tu recorrido personal y circunstancias actuales. Las personas que vienen a consulta suelen necesitar ayuda para gestionar determinadas situaciones, dificultades o eventos que han aparecido y/o están mantenidas en el tiempo. En las sesiones aportamos un enfoque basado en principios científicos y facilitamos la adquisición de habilidades y herramientas que permitan hacer frente a estas dificultades personales, emocionales, de pareja, u otras.

Puede que necesites acudir a un psicólogo porque estés inmerso en un procedimiento judicial que requiera de algún tipo de valoración tras la cual emitir un Informe Pericial que será aportado al órgano judicial correspondiente.

Lamentablemente, no disponemos de un manual con una descripción detallada del tipo de situaciones que indiquen que deberíamos acudir a un psicólogo. Según nuestra experiencia y acorde a lo que indican los manuales de referencia, si te encuentras en una situación que afecta o condiciona significativamente tu vida (o la de las personas de tu alrededor), te genera un malestar importante o no dispones de los recursos suficientes para hacer frente a determinadas situaciones, podrías beneficiarte de acudir a sesiones de psicología.

Otros factores que ayudan a identificar que deberíamos ir a un psicólogo son sentir que necesitamos ayuda para atravesar un momento complicado, optimizar los esfuerzos para conseguir algo o comprender y gestionar ciertas emociones. Si sientes preocupación, agobio o superación por tu situación actual (o la de alguien a tu alrededor), lo más probable es que un psicólogo pueda ayudarte en esta etapa.

Durante el recorrido terapéutico se espera que haya cambios positivos y progresivos en la vida de cada persona. El objetivo a largo plazo es que estos cambios sean duraderos y efectivos para ese individuo en concreto, y que le permitan llevar una vida más plena y orientada a sus valores, hacia aquello que para la persona es importante. Aunque no siempre podemos disponer de medidas cuantitativas, la evidencia señala que, a través de nuestro comportamiento, estilos de respuesta, patrones adquiridos, sensaciones o enfoque vital, podremos observar cómo hemos cambiado la manera que solíamos tener de responder a ciertos estímulos por otra más adaptativa, que nos funciona mejor a nosotros y que hemos aprendido u optimizado durante el curso de la terapia. En definitiva, adquirimos habilidades para vivir nuestras vidas según lo que para cada uno resulte significativo, con sentido.

Es importante tener en cuenta que la terapia no es un recorrido lineal, las recaídas y momentos de “atranque” se contemplan como una parte más del camino, incluso momentos excepcionales que nos permiten poner en práctica lo que hemos aprendido y continuar avanzando en la dirección escogida.

La terapia no se suele plantear según un número determinado de sesiones, sino que se plantea acorde a los objetivos y disponibilidad de cada persona y se trabaja en función de estos. Todos tenemos ritmos, maneras de responder a los cambios, facilidades o dificultades para integrar lo aprendido y circunstancias diferentes, y el número de sesiones dependerá de todo esto.

En el proceso de conseguir y consolidar cambios a largo plazo también intervienen otros factores, entre los que se encuentran, pero no se limitan, a: compromiso con la terapia, frecuencia de las sesiones, comorbilidad con otros problemas, duración e interferencia del problema en la vida de la persona, puesta en práctica de las habilidades aprendidas, contexto de la persona, etc.

Por nuestra parte no solicitamos “un cheque en blanco”, sino que nos comprometemos a una reevaluación de la situación transcurrido cierto tiempo. Además, la experiencia nos dicta que no podemos medir los avances de forma impulsiva.

El trabajo que planteamos lo estructuramos según una duración estándar orientativa. En las sesiones de psicología de infantil y adultos, ya sean duales (paciente y terapeuta), o intervenga también la familia, la duración aproximada es de 50 minutos por sesión.

Para las sesiones de pareja en las que intervienen ambos miembros y el terapeuta, la duración aproximada es de 80 minutos.